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Los hombres sólo deben guiarse por sus propios intereses. Un buen gobierno es un buen equilibrio de éstos; y, excepto un ojo agudo y apetito por el interés propio, no requiere virtud en ningún aspecto. Para ambas partes es enfáticamente una máquina: para los descontentos, una máquina fiscal; para los satisfechos, una máquina para asegurar la propiedad. Sus deberes y sus defectos no son los de un padre, sino los de un activo condestable parroquial.