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Hago ejercicio tres o cuatro veces por semana en un gimnasio que, gracias a Dios, está en mi edificio de New York. Está en el edificio Reebok, y tiene todo tipo de aparatos de halterofilia que puedas imaginar, repartidos en seis plantas, además de canchas de baloncesto y todo lo demás. Y como está justo en el edificio, no hay excusa.