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El prejuicio es de pronta aplicación en la emergencia; compromete previamente la mente en un curso firme de sabiduría y virtud, y no deja al hombre vacilante en el momento de la decisión, escéptico, perplejo y sin resolver. El prejuicio convierte la virtud de un hombre en su hábito; y no en una serie de actos inconexos. A través del prejuicio pasado, su deber se convierte en parte de su naturaleza.