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Muhammad bajó del cielo y puso en el Corán no sólo doctrinas religiosas, sino máximas políticas, leyes penales y civiles, y teorías científicas. Los Evangelios, en cambio, sólo tratan de las relaciones generales entre el hombre y Dios y entre el hombre y el hombre. Más allá de eso, no enseñan nada ni obligan a creer en nada. Sólo eso, entre mil razones, basta para demostrar que el Islam no podrá mantener su poder mucho tiempo en épocas de ilustración y democracia, mientras que el Cristianismo está destinado a reinar en esas épocas, como en todas las demás.