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Ruego encarecidamente a Dios que os tenga a vos y al Estado que presidís bajo su santa protección; que se complazca en disponernos a todos a hacer justicia, a amar la misericordia y a comportarnos con esa caridad, humildad y temperamento pacífico que fueron las características del Divino Autor de nuestra bendita religión, sin una humilde imitación de cuyo ejemplo en estas cosas, nunca podremos esperar ser una nación feliz.