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Desde el punto de vista tradicional, una persona es libre. Es autónoma en el sentido de que su comportamiento no tiene causa. Por tanto, puede ser considerada responsable de lo que hace y castigada con justicia si delinque. Este punto de vista, junto con sus prácticas asociadas, debe reexaminarse cuando un análisis científico revela relaciones de control insospechadas entre el comportamiento y el entorno.