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Abandona el sentimiento de responsabilidad, suelta tu asidero, resigna el cuidado de tu destino a poderes superiores, sé genuinamente indiferente en cuanto a lo que suceda con todo y encontrarás no sólo que obtienes un perfecto alivio interior, sino a menudo también, además, los bienes particulares a los que sinceramente pensabas que estabas renunciando.