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En el pasado, hemos considerado con demasiada frecuencia al artista como un holgazán y un diletante, y al amante de las artes como un afeminado. Hemos cometido una injusticia con ambos. La vida del artista es, en relación con su trabajo, dura y solitaria. Ha trabajado duro, a menudo en medio de privaciones, para perfeccionar su habilidad. Se ha apartado del éxito rápido para despojar a su visión de todo lo secundario o barato. Su vida laboral está marcada por una intensa aplicación y disciplina.