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Es muy bueno volver a un paisaje que ha tenido un significado extraordinario en la vida de uno. Ocurre que volvemos a esos lugares en nuestra mente de forma irresistible. Hay ciertos pueblos y ciudades, montañas y llanuras que, tras haberlos visto, paseado y vivido en ellos aunque sólo sea un día, guardamos para siempre en la memoria. Se vuelven indispensables para nuestro bienestar; nos definen, y decimos: soy quien soy porque he estado allí, o allí.