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  • A. T. Stewart empezó su vida con un dólar y cincuenta céntimos. Este príncipe comerciante empezó llamando a las puertas de las casas para vender agujas, hilo y botones. Pronto descubrió que la gente no los quería, y su pequeño stock se le echó encima. Entonces dijo sabiamente: "No compraré más de estas mercancías, pero iré a preguntar a la gente lo que sí quiere". A partir de entonces estudió las necesidades y deseos de la gente, averiguó qué era lo que más deseaban, se esforzó por satisfacerlos y se convirtió en el mayor hombre de negocios de su tiempo.