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Cuando luchamos por los derechos humanos, por la libertad, por la dignidad, cuando sentimos que es un ministerio de la Iglesia preocuparse por los que tienen hambre, por los que no tienen escuela, por los desposeídos, no nos estamos apartando de la promesa de Dios. Él viene a liberarnos del pecado, y la Iglesia sabe que las consecuencias del pecado son todas esas injusticias y abusos. La Iglesia sabe que está salvando al mundo cuando se compromete a hablar también de esas cosas.