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Vino, no como un destello de luz o como un conquistador inaccesible, sino como alguien cuyos primeros gritos fueron oídos por una campesina y un carpintero adormilado. Dios tocó a la humanidad en su hombro colectivo: "Perdón", dijo, y la eternidad interrumpió el tiempo, la divinidad interrumpió la carnalidad, y el cielo interrumpió la tierra en forma de bebé. El cristianismo nació en una gran interrupción celestial.