-
De repente, siento lástima por esas personas codiciosas y necesitadas cuyos enormes salarios nunca son suficientes, cuyo sentido del valor se define por su propio fajo personal. Qué mundo tan empobrecido deben de habitar... Deberíamos sentir lástima por ellos y por sus vidas tristemente limitadas. Y recordar que nunca debemos fiarnos del juicio de aquellos cuyas prioridades están tan estúpidamente sesgadas.