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Tess se dio cuenta de una de las grandes tristezas de las citas modernas: todo el mundo está tan acostumbrado al reconfortante resplandor de la pantalla del ordenador que nadie puede llegar a decir "buenos días" en público sin estar alcoholizado.
Tess se dio cuenta de una de las grandes tristezas de las citas modernas: todo el mundo está tan acostumbrado al reconfortante resplandor de la pantalla del ordenador que nadie puede llegar a decir "buenos días" en público sin estar alcoholizado.