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Debería haber muerto a los dieciséis años, cuando planeé suicidarme. Y hasta entonces era ateo. Era ateo, y qué diablos, si la vida es una mierda, ¿para qué tienes que vivir? Si eres ateo, sólo se trata de vivir, ¿sabes? Así que en ese momento, no quería despertarme más y entonces, en serio, Dios me persiguió y me demostró que era real y que me amaba.