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Hacemos daño a la gente por estar demasiado ocupados. Demasiado ocupados para darnos cuenta de sus necesidades. Demasiado ocupados para dejar caer esa nota de consuelo o aliento o seguridad de amor. Demasiado ocupados para escuchar cuando alguien necesita hablar. Demasiado ocupados para preocuparnos.