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Nunca te pedí que me ganaras. Sólo quiero que me necesites. Tu camino no es uno de mérito. Tráeme los deseos recurrentes de tu mente, cada vez que surjan. No pueden escandalizarme, porque yo los he querido. Tráeme tu confusión, tu miedo, tu ansia, tu ansiedad, tu incapacidad para amar al mundo, tu vacilación para servir, tus celos, todas las deficiencias que desafían tus disciplinas espirituales.