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Un paisaje pintado siempre es más bello que uno real, porque hay más cosas. Todo es más sensual, y uno se refugia en su belleza. Y el hombre necesita expresión y alimento espiritual. Por eso, incluso en la prehistoria, la gente garabateaba dibujos de bisontes en las paredes de las cuevas. El hombre necesita música, literatura y pintura -todos esos oasis de perfección que constituyen el arte- para compensar la rudeza y el materialismo de la vida.