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Sólo te pido una cosa, sólo una, que siempre seas mi sueño de ti; que nunca me despierte para encontrar falso todo esto que he creído y en lo que he descansado, para siempre desvanecido, como una visión que se ha ido en la noche. Ay, qué pocos son los que tocan en nosotros una cuerda que sabíamos que existía, pero tan pocas veces oímos su tono que temblamos ante el sonido medio olvidado. El mundo está lleno de rudos despertares y castillos nacidos en el cielo destrozados hasta el suelo, y aún así nuestro anhelo humano se aferra vanamente a la creencia en la belleza a través de todos los males. Detén tu mano, y deja a mi corazón sus canciones.