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La persona meditativa puede transformar su sexualidad sin ningún antagonismo, sin ningún conflicto. Está en profunda amistad con todas sus energías, sexuales u otras; no está en ninguna lucha. ¿Por qué luchar con tus propias energías? Ámalas, regocíjate en ellas y ayúdalas a trascender las formas inferiores, las formas animales. Deja que se muevan desde el cuerpo hacia el turiya, el cuarto.