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Vivir día tras día con culpa por un pecado que no ha sido debidamente confesado y abandonado gasta una cierta cantidad de energía emocional; mina tu fuerza emocional y hace que te sientas emocionalmente agotado (es decir, deprimido).
Vivir día tras día con culpa por un pecado que no ha sido debidamente confesado y abandonado gasta una cierta cantidad de energía emocional; mina tu fuerza emocional y hace que te sientas emocionalmente agotado (es decir, deprimido).