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La Constitución americana es notable por su simplicidad; pero sólo puede bastar a un pueblo habitualmente correcto en sus acciones, y sería totalmente inadecuada para las necesidades de una nación diferente. Cambien los hábitos domésticos de los americanos, su devoción religiosa y su alto respeto por la moralidad, y no será necesario cambiar ni una sola letra de la Constitución para variar toda la forma de su gobierno.