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Tal es la gracia y el poder del bautismo; no un aplastamiento del mundo como antaño, sino una purificación de los pecados de cada individuo, y una limpieza completa de todas las magulladuras y manchas del pecado. Y puesto que somos doblemente hechos, quiero decir de cuerpo y alma, y la una parte es visible, la otra invisible, así también la purificación es doble, por el agua y el Espíritu; la una recibida visiblemente en el cuerpo, la otra concurriendo con ella invisiblemente y aparte del cuerpo; la una típica, la otra real y purificadora de las profundidades.