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  • La fe en el Evangelio reestructura nuestras motivaciones, nuestra autocomprensión, nuestra identidad y nuestra visión del mundo. El cumplimiento conductual de las normas sin un cambio de corazón será superficial y efímero... Sólo podemos cambiar de forma permanente cuando llevamos el Evangelio más profundamente a nuestro entendimiento y a nuestro corazón. Debemos alimentarnos del Evangelio, por así decirlo, digerirlo y hacerlo parte de nosotros mismos. Así es como crecemos.