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Somos seres sociales que hacemos comunidades con urgencia, y es una carga severa hacer que nos refugiemos en el solitario mundo de uno mismo. ...El racismo intenta ocluir nuestro cosmopolitismo (de los cantos dentro y fuera de nuestros huesos), y a menudo se apropia de nuestras formas leves de xenofobia para su propio proyecto virulento. La diferencia entre los pueblos es algo que negociamos en nuestras interacciones cotidianas, haciéndonos preguntas e informándonos mejor de nuestras realidades mutuas. Transformar la diferencia en el cuerpo es un acto de mala fe, una negación de nuestra desnudez compartida.