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Los valores de la ciencia y los valores de la democracia son concordantes, en muchos casos indistinguibles. La ciencia y la democracia comenzaron -en sus encarnaciones civilizadas- en el mismo tiempo y lugar, Grecia en los siglos VII y VI a.C. . . . La ciencia se nutre del libre intercambio de ideas, de hecho lo requiere; sus valores son contrarios al secretismo. La ciencia no se aferra a puntos de vista especiales ni a posiciones privilegiadas. Tanto la ciencia como la democracia fomentan las opiniones no convencionales y el debate vigoroso. Ambas exigen una razón adecuada, argumentos coherentes, normas rigurosas de evidencia y honestidad.