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Algún día el Sur sabrá que cuando estos desheredados hijos de Dios se sentaban en los mostradores de los almuerzos, en realidad estaban defendiendo lo mejor del sueño americano y los valores más sagrados de nuestra herencia judeocristiana, devolviendo así a nuestra nación a esos grandes pozos de democracia que cavaron profundamente los padres fundadores al formular la Constitución y la Declaración de Independencia.