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No pude entusiasmarme mucho con el partido de béisbol y, en medio de él, recibí una nota en la que se me informaba de la repentina muerte del senador Dwight Morrow. Había demostrado ser un gran pilar en el senado y su muerte fue una gran pérdida para el país y para mí. Salí del estadio con el cántico de la multitud resonando en mis oídos: "¡Queremos cerveza!".