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No es el partidario de principios, por odioso que pueda parecer a sus oponentes, quien degrada nuestro debate público, sino el pretencioso y autodenominado estadista que eleva el compromiso a primer principio.
No es el partidario de principios, por odioso que pueda parecer a sus oponentes, quien degrada nuestro debate público, sino el pretencioso y autodenominado estadista que eleva el compromiso a primer principio.