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La política moderna no es, en el fondo, una lucha de hombres, sino de fuerzas. Los hombres se convierten cada año más en criaturas de fuerza, agrupados en torno a centros de poder. El conflicto ya no es entre los hombres, sino entre los motores que impulsan a los hombres, y los hombres tienden a sucumbir a sus propias fuerzas motrices.