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Para ser libre, uno necesita una vigilancia constante e implacable sobre sus debilidades. Una vigilancia que requiere una energía moral que la mayoría de nosotros somos incapaces de fabricar. Nos relajamos en los moldes de la costumbre. Son seguros, nos atan y nos contienen en detrimento de la libertad. Romper los moldes, despreocuparse de las seducciones de la seguridad es una lucha imposible, pero una de las pocas que cuentan. Ser libre es aprender, ponerse a prueba constantemente, apostar.