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No me cansaré de repetir que Democracia es una palabra cuya verdadera esencia aún duerme, sin despertar, a pesar de la resonancia y de las muchas tempestades de ira de las que han surgido sus sílabas, de la pluma o de la lengua. Es una gran palabra, cuya historia, supongo, sigue sin escribirse porque esa historia está aún por promulgar.