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Hay un momento en la historia de cada nación, en que . . . las facultades perceptivas alcanzan su madurez y aún no se han vuelto microscópicas: de modo que el hombre, en ese instante . . . con los pies aún plantados sobre las inmensas fuerzas de la noche, conversa por medio de sus ojos y su cerebro con la creación solar y estelar.