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La historia demuestra que las grandes fuerzas económicas y sociales fluyen como una marea sobre comunidades que sólo son conscientes a medias de lo que les está sucediendo. Los sabios estadistas prevén lo que el tiempo está trayendo, y tratan de dar forma a las instituciones y moldear los pensamientos y propósitos de los hombres de acuerdo con el cambio que silenciosamente se está produciendo. Los imprudentes son aquellos que no aportan nada constructivo al proceso, y que ponen en grave peligro el futuro de la humanidad al dejar que las grandes cuestiones se debatan entre el cambio ignorante, por un lado, y la oposición ignorante al cambio, por el otro.