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  • Somos receptores de las más selectas bendiciones de Dios. Disfrutamos de una abundancia de cosas materiales superior a la disfrutada por cualquier otra nación en la historia del mundo; pero a menos que mantengamos viva la conciencia de que todas estas bendiciones proceden de Dios y forman parte de nuestra gran herencia espiritual, pueden desmoronarse como cenizas en nuestras manos. "En nada ofende el hombre a Dios, ni contra nadie se enciende su ira, sino contra los que no confiesan su mano en todas las cosas y no obedecen sus mandamientos".