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En esta época extraordinaria para el mundo, me niego a creer que ha llegado el momento de dejar de creer en las posibilidades de nuestro extraordinario país. Me niego a aceptar la reducción del sueño americano. Me niego a apostar contra el espíritu emprendedor y el ingenio estadounidenses. La competencia es dura, y exige que seamos más duros: duros de mente, nunca de corazón.