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Recuerdo la última temporada que jugué. Un día volví a casa después de un partido, me tumbé en la cama y se me saltaron las lágrimas. ¿Cómo se puede explicar eso? Es como llorar por tu madre cuando ya no está. Lloras porque la quieres. Lloré, supongo, porque amaba el béisbol y sabía que tenía que dejarlo.