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Siempre ha sido costumbre de los católicos, en los peligros y en los tiempos turbulentos, refugiarse en María y buscar la paz en su bondad maternal; lo que demuestra que la Iglesia católica ha puesto siempre, y con justicia, toda su esperanza y confianza en la Madre de Dios. Y verdaderamente la Virgen Inmaculada, elegida para ser la Madre de Dios y asociada con Él en la obra de la salvación del hombre, tiene un favor y un poder con Su Hijo mayor que cualquier criatura humana o angélica haya obtenido o pueda obtener jamás...