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El presidente es el sumo sacerdote de lo que el sociólogo Robert Bellah llama la "religión civil estadounidense". El presidente debe invocar el nombre de Dios (aunque no el de Jesús), glorificar a los héroes y la historia de Estados Unidos, citar sus textos sagrados (la Declaración de Independencia y la Constitución) y realizar la transubstanciación del pluribus unum.