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El peso acumulativo de todos los pecados mortales -pasados, presentes y futuros- sobre aquella Alma perfecta, sin pecado y sensible. Todas nuestras dolencias y enfermedades fueron de alguna manera, también, una parte de la terrible aritmética de la Expiación. (Véase Alma 7:11-12; Isaías 53:3-5; Mateo 8:17.) El angustiado Jesús no sólo suplicó al Padre que la hora y la copa pasaran de Él, sino con esta cita pertinente. Y dijo: Abba, Padre, todas las cosas te son posibles; aparta de mí esta copa' (Marcos 14:35-36.)