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Padres, la vuestra es una vocación eterna de la que nunca seréis liberados. Las llamadas en la Iglesia, por muy importantes que sean, por su propia naturaleza son sólo por un período de tiempo, y luego se produce una liberación apropiada. Pero la vocación de un padre es eterna, y su importancia trasciende el tiempo. Es una llamada tanto para el tiempo como para la eternidad.