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Nadie debe decir que no puede estar cerca de los pobres porque su propio estilo de vida exige prestar más atención a otros ámbitos. Esta es una excusa que se oye con frecuencia en círculos académicos, empresariales o profesionales, e incluso eclesiales. Si bien es cierto que la vocación y misión esencial de los fieles laicos es esforzarse para que las realidades terrenas y toda actividad humana sean transformadas por el Evangelio, ninguno de nosotros puede pensar que está exento de preocuparse por los pobres y por la justicia social