-
Todo niño que, en lugar de nacer, es condenado injustamente a ser abortado, lleva el rostro de Jesucristo, lleva el rostro del Señor, que incluso antes de nacer, y justo después de nacer, experimentó el rechazo del mundo. Y cada anciano... aunque esté enfermo o al final de sus días, lleva el rostro de Cristo. No se les puede descartar, como sugiere la "cultura del desecho".