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  • Los seres humanos no sólo somos beneficiarios, sino también administradores de otras criaturas. Gracias a nuestro cuerpo, Dios nos ha unido tan estrechamente al mundo que nos rodea que podemos sentir la desertización del suelo casi como una dolencia física, y la extinción de una especie como una dolorosa desfiguración. No dejemos a nuestro paso una estela de destrucción y muerte que afectará a nuestras propias vidas y a las de las generaciones futuras.