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Había algo terrible, pero también algo triste y melancólico en este largo grito proferido por la infantería rusa al preparar un ataque. Al cruzar el agua fría, perdió su fervor. En lugar de valor o gallardía, se oía la tristeza de un alma que se separaba de todo lo que amaba, que pedía a sus seres más queridos que se despertaran, que levantaran la cabeza de la almohada y oyeran por última vez la voz de un padre, un marido, un hijo o un hermano...