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Lo más cerca que estoy de la felicidad -aunque no intentaré definir qué es- es cuando me alejo de la ventana y soy consciente, con el borde de mi conciencia, de que hace un momento yo no estaba aquí, simplemente estaba el mundo al otro lado de la ventana, y algo hermoso e incomprensible, algo que no hay ninguna necesidad de "comprender", existió durante unos segundos en lugar del habitual enjambre de pensamientos, de los cuales uno, como una locomotora, arrastra a todos los demás tras de sí, los absorbe a todos y se llama a sí mismo "yo".