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Descubrimos que, en relación con estas cifras, los simplones nacionales alemanes y los avaros del pantano parlamentario de Fráncfort siempre contaban también como alemanes a los judíos polacos, aunque esta raza, la más sucia de todas, ni por su jerga ni por su ascendencia, sino a lo sumo sólo por su ansia de lucro, pudiera tener relación alguna de parentesco con Fráncfort.