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La Diosa se enamora de sí misma y genera su propia emanación, que adquiere vida propia. El amor de sí por sí es la fuerza creadora del universo. El deseo es la energía primordial, y esa energía es erótica: la atracción del amante por el amado, del planeta por la estrella, la lujuria del electrón por el protón. El amor es el pegamento que mantiene unido al mundo.