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  • En un mundo en el que el éxito es la medida y la justificación de todas las cosas, la figura de Aquel que fue condenado y crucificado sigue siendo un extraño y, en el mejor de los casos, es objeto de lástima. El mundo sólo se deja dominar por el éxito. No son las ideas ni las opiniones las que deciden, sino los hechos. Sólo el éxito justifica los males cometidos Con una franqueza y despreocupación que ningún otro poder terrenal podría permitirse, la historia apela en su propia causa al dictado de que el fin justifica los medios La figura del Crucificado invalida todo pensamiento que tome el éxito por norma.