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Donde no hay libre albedrío, no puede haber moralidad. Donde no hay tentación, no puede haber virtud. Donde la rutina está rigurosamente proscrita por la ley, la ley, y no el hombre, debe tener el crédito de la conducta.
Donde no hay libre albedrío, no puede haber moralidad. Donde no hay tentación, no puede haber virtud. Donde la rutina está rigurosamente proscrita por la ley, la ley, y no el hombre, debe tener el crédito de la conducta.